26-10-2015

Jornada de trabajo sobre políticas de archivo en arte

El viernes 23 de octubre 2015 se realizó esta Jornada en el Cedoc - Centro de Documentación Artes Visuales - del Centro Cultural La Moneda, en Santiago.

En el primer eje de la jornada se habló sobre la organización de archivos de artistas y afines.

A continuación presento mi intervención, que siguió los puntos previstos en la convocatoria.

Jornada de trabajo sobre políticas de archivo en arte 
Santiago, 23 de octubre 2015 
Wenke Adam 
Bibliotecaria, especializada en archivos 
Proyecto Archivo Guillermo Deisler

Eje 1 - Arquitecturas de archivo


Si entendí bien la convocatoria, el tema de hoy es cómo organizar fondos archivísticos que han sido producidos por una entidad privada, ya sea una persona, familia, organización o colectivo, en el transcurso de su vida y actividades. Y que algunas de esas vidas y actividades han sido contestatarias, rompedoras de cánones, lo que talvez se tenga que reflejar también en las prácticas archivísticas que debemos aplicar.

¿Cómo se compone la estructura de un archivo? 


Sepan que nada obliga a darle al archivo una estructura definida a priori. Muy por el contrario: lo que caracteriza a los fondos archivísticos es que se organizan de acuerdo a como los ordenaban sus dueños; por lo tanto, habrá tantas estructuras de archivo como productores de ellos. Este es el primer y sagrado principio archivístico: el respeto a la proveniencia, que consiste en mantener cada fondo separado de los demás fondos, y respetar el orden que le había dado su productor en vida.

Entonces, la primera tarea que debemos abordar al organizar un fondo archivístico es conocer al productor, al dueño original del fondo. Saber quien es o fue esa persona, familia, organización o colectivo, a qué se dedicaba, identificar y ponerle fechas a los hitos más importantes de su actividad, juntar datos que nos den pistas sobre la forma en que organizaba su archivo. Jamás empezar a "ordenar" el archivo sin primero conocer al productor.

Ahora bien, el principio del respeto a la proveniencia hay que aplicarlo con criterios de sentido común. Si nos tocara trabajar con un fondo archivístico que llegó a nuestras manos totalmente desorganizado, y por más vueltas que le demos no conseguimos descubrir qué orden tenía en su lugar de origen, obviamente habría que darle un orden artificial creado por nosotros.

 Pero ese es un caso hipotético y muy raro. Generalmente, por más desordenado que parezca la colección a primera vista, casi siempre encontraremos entre el revoltijo grupos de documentos fácilmente identificables que aún mantienen en parte el orden original. Al poner esas secciones de lado por el momento, nos vamos quedando con un volumen cada vez menor de documentos sueltos, entre los cuales seguramente encontraremos varios que pertenecen a alguna de las secciones ya identificadas y los podremos juntar al grupo de donde provenían. El resto, quedará en cajas aparte hasta que nos hayamos familiarizado más con el productor, y surgirán nuevas ideas sobre cómo clasificar el remanente.

¿De qué manera jerarquizamos y elaboramos sus criterios de organización y clasificación?


Ya que hay tantos tipos de archivos diferentes, voy a hablar aquí de archivos de arte, que más de algo tienen en común. En los archivos de artistas es frecuente encontrar tipos documentales característicos que se constituyen en forma natural alrededor del creador: habrá muestras de obras artísticas propiamente tales; más bocetos, matrices y herramientas usadas en el proceso creativo; folletería de exposiciones; recortes de prensa, revistas y libros en que figuran artículos y reseñas sobre su obra; documentos personales tales como certificados, documentos de identidad, premios y distinciones; correspondencia con familiares, amigos y otros artistas; fotografías, videos y audios; y en los casos más recientes, todo tipo de material digital en diversos soportes. Por lo tanto, el fondo mismo, más nuestro conocimiento sobre la vida y obra del creador nos dirán cómo organizarlo.

Además podemos aprovechar la experiencia acumulada por colegas que hayan realizado trabajos similares. Vale la pena visitar otros archivos de la misma área, hablar con las personas que los organizaron. Todo esto entrega pistas, ideas, inspiración sobre cómo hacerlo y también sobre cómo no hacerlo. Pero la responsabilidad de recrear la lógica del fondo es nuestra, no podemos llegar y copiar lo que otros han hecho, porque su lógica probablemente fue otra. No hay dos artistas iguales.

¿Sirven los manuales de archivística para estos archivos? 


Claro que sí, cuando sabemos interpretarlos. Cuando leemos manuales de archivística nos encontramos con que en casi todos se habla de fondos, subfondos, series, subseries, unidades de instalación, unidades documentales compuestas y simples. Este es el lenguaje técnico básico de la archivística, y conviene conocerlo. A algunas personas les podrá parecer que esa jerarquización es una camisa de fuerza que nos obliga a hacer las cosas de determinada manera. ¡Pero no es así! Hay que entender que la mayoría de los manuales que conocemos fueron hechos pensando en los grandes archivos institucionales públicos, y las instituciones públicas tienen estructuras similares y trabajan de forma similar. Es por eso que sus archivos tienen similitudes, lo que se reflejará en los manuales que sus archiveros elaboran para beneficio de entidades afines.

Cuando tratamos con fondos privados y personales, y nos basamos en el principio del respeto a la proveniencia, obviamente nuestro archivo será muy diferente del de un ministerio. Pero la recomendación de clasificar el fondo en secciones, series, unidades de instalación, etc. es inevitable, porque tenemos que ordenar, juntar, separar y jerarquizar lo que sea que estemos organizando, porque así funciona el cerebro humano y así otros podrán encontrar los tesoros que se guardan en el archivo. Si no, sería un caos.

Pero además de construir un esquema de clasificación para encontrar el material, vamos a necesitar otros puntos de acceso: títulos, nombres, lugares geográficos, fechas, materias, conceptos asociados, tipos de obras, materiales y técnicas, etc. Para esto será necesario una descripción más detallada y usar algún tipo de base de datos que permita filtrar la información. Para el Archivo Deisler, estamos construyendo un esquema de indización por descriptores temáticos, incluyendo tipos de obras, tipos documentales y conceptos asociados. Y entre estos descriptores podemos dar rienda suelta a la categorización alternativa y usar términos recogidos por nosotras que son significativos en el ámbito del arte experimental que Deisler creó, aunque no figuren en los tesauros y enciclopedias de arte.

¿Cómo se define lo archivable, lo que entra y lo que no entra en el archivo, lo que queda como resto?


Sobre esto hay una sola respuesta categórica: De-pen-de.

Depende, en primer lugar, de cómo se ha definido nuestro archivo en cuanto unidad encargada de conservar la documentación. Si los productores originales o los actuales propietarios del archivo deciden que van a conservar todo lo que dejó el artista para la posteridad, pues bien, todo eso formará parte del archivo. "Archivo" en este caso no es más que una etiqueta, también podría haberse llamado "Museo" o "Biblioteca" o "Colección" o "Centro de Documentación".

Algunos autores, y muchos colegas archiveros, dan una definición muy acotada y restringida de lo que se puede considerar como documento de archivo. Nuevamente, esto tiene que ver con el origen de la mayoría de los manuales de archivística. Hay que entender que en las instituciones y organizaciones grandes hay que dar una lucha permanente para evitar que vayan a parar al archivo cosas que no corresponde guardar allí. Que no se archiven copias innecesarias de los documentos emitidos. Que los libros, revistas y otros impresos vayan a la biblioteca. Que las decenas de panfletos de publicidad que se reciben todos los días se descarten en las oficinas y no vayan a parar al archivo como "misceláneos". Que no metan en el depósito los computadores obsoletos y las sillas rotas. Los autores de manuales de archivística dedican bastantes páginas a estos asuntos, y a la necesidad de ir eliminando regularmente documentación de valor efímero pasado el tiempo máximo que se ha definido para su retención. No se puede guardar todo, ni todo es igual de importante.

Al trabajar con fondos especiales como los nuestros, lo más probable es que alguien ya los haya declarado como siendo de valor histórico permanente. En ese caso no nos corresponde expurgarlos ni cuestionar aquello que los propietarios del fondo han definido como su área de cobertura. Tenemos que interpretar las normas archivísticas desde su intención, que es la de conservar indefinidamente, o sea por siglos, documentos de valor permanente que den fe de la vida y obra de su productor.

Si la documentación que tenemos de un artista es una mezcla de documentos de archivo propiamente tales; más libros, recortes de prensa y otras publicaciones; más objetos de arte y otros artefactos que son piezas de museo, tendremos que pensar en nuestro archivo como un "BAM" (Biblioteca, Archivo y Museo) y aplicar las técnicas de conservación y de descripción más adecuadas a cada tipo de material. Sin embargo, pienso que desde el punto de vista de la colección en su conjunto, tenemos todo el derecho de llamarlo "Archivo" si con eso estamos significando los documentos de cualquier tipo y en cualquier soporte que fueron producidos o acumulados por el artista o el colectivo en el transcurso de sus actividades y que dan fe sobre su vida y su obra.

Porque, ¿de qué otra manera se podría documentar la vida y obra de un artista, si no es a través de sus obras y acciones artísticas, de lo que dijo y escribió sobre ellas, de lo que dijeron y escribieron otros, de la folletería de exposiciones, las herramientas, y los registros fotográficos y audiovisuales que existen sobre su arte?

Distinto es, que no tenemos necesidad de guardar en el fondo varias copias de la misma obra o documento. En el caso de Deisler, por el hecho de ser artista gráfico, él pudo guardar varios ejemplares de cada grabado en su archivo personal, de los cuales dejamos un ejemplar inventariado en el archivo, y el resto queda a disposición de la familia para intercambios y donaciones.

¿Cómo se piensa en cada archivo, la relación entre documento y testimonio?


Casi cualquier objeto puede ser considerado un documento y un testimonio de algo en determinado contexto. La clave aquí está en el contexto: Para que documentos archivados puedan servir como testimonio de algo, sean ellos físicos o digitales, en primer lugar hay que asegurarse de que el documento sea creíble: que sea genuino, que esté completo, que no haya sido adulterado y que haya tenido continuidad de custodia archivística confiable.

En el caso del Archivo Deisler, todo el fondo ha tenido continuidad de custodia, ya sea en el domicilio del propio artista o en cajas cerradas en casa de familiares próximos. Ocasionalmente tenemos dudas sobre la autoría de algunas piezas, o sobre la identidad del remitente de una carta, pero por suerte contamos con el testimonio vivo de la viuda del artista, Laura Coll, quien acompañó muy de cerca la labor artística de su marido y ha sido por muchos años la albacea del archivo. Laura es en la práctica un "catálogo vivo" que conoce cada pieza directamente y la puede identificar y explicar su origen.

Políticas de uso y poéticas de archivo


Estos son temas de otros ejes de esta jornada, sobre los cuales solo quisiera señalar aquí que la digitalización y la difusión vía Web de los contenidos de un fondo del tipo que estamos analizando constituyen pasos esenciales para que el público tenga acceso al material, por lo menos en forma virtual. Pienso que la curadoría de archivos, en el sentido de presentar regularmente exposiciones físicas o virtuales de obras y documentos, seleccionados de acuerdo a criterios que podríamos llamar "poéticos", es fundamental para mantener vivo el interés de las personas y estimular el uso de los documentos. Sin embargo, considero que la selección curatorial de la documentación a mostrar, al igual que en los museos, debe ser una acción posterior al ordenamiento general.

El público necesita una presentación novedosa, flexible y cambiante. El archivo necesita un orden sistemático, riguroso y permanente. Son dos funciones diferentes, que requieren también de recursos humanos diferentes. Si no se organiza el archivo sistemáticamente, le sería muy difícil a un curador saber qué hay en el archivo y qué puede usar para una exposición.